La artesanía de nuestra historia

Escuela viva 2023

Una crónica de Natalia Romero sobre lo que vivimos en nuestro III Retiro de escritura en Medellín.

Y no quiero que esa sensación se me olvide

por Natalia Romero


1


Llegamos a Medellín pasadas las 6 pm y ya estaban encendidas las luces de la ciudad,

las vimos aparecer todas juntas al salir del túnel larguísimo por el que entramos (10 km nos cuenta el conductor).

Vamos en silencio, Carla, Marina y yo, recién llegadas a esta ciudad en Colombia y lo primero es esto: atravesar un túnel por debajo de la tierra. Tardamos varios minutos, no hablamos. Sabemos que esta es una metáfora perfecta de lo que llamamos la literalidad de la vida. Toca ir hacia adentro, sin miedo. Dejarse llevar.

Entonces aparece: Medellín es un cielo estrellado, un campo de luciérnagas para nosotras.


Ya las flores son luciérnagas, dice la frase de Bachelard que Manu me envió días antes del viaje. 


La primera vez que las vi, Carla y Marina estaban en la terraza de la casa de Chiche, en Montevideo, Uruguay. Chiche, la abuela de Laura, que me abrió la puerta y me dio la bienvenida.

Semanas antes me había llegado un mensaje de Sol, a quien yo no conocía, que decía que me convocaban a la apertura del primer Encuentro de mujeres y escritura, con mujeres de toda latinoamérica.

Recuerdo que cuando recibí esa invitación me puse a llorar. No entendía por qué, pero yo creo en las cosas que sabe el corazón antes que la vida.


Entonces una tarde vino a mi casa Sol a tomar mate y a contarme del proyecto de las chicas, de la editorial, los diarios, los círculos, los encuentros, los viajes. 

Nos volvimos a ver en la casa de Chiche, del otro lado del río, todas ahí reunidas, más de 50 mujeres, en un círculo que unía diferentes puntos del mapa. Ahí fui, de la mano de mi amiga Bárbara que se unió al viaje y ahí también nació para nosotras mucho más de lo que podíamos saber en ese momento.


Vuelvo a Marina y a Carla. Las veo, estaban las dos con sus pitis, como le decían a los cigarritos que se armaban con tabaco, ahora ninguna de nosotras fuma, pero esa mañana preparé mi mate y me sumé a la ronda del tabaquito, y les di un abrazo. Ya éramos amigas. Nos habíamos encontrado.


La vida puede ser muy misteriosa, a eso llamamos magia, para intentar nombrar estos hilos invisibles que se nos escapan.


2


Marina, Carla y yo venimos desde Quito. Miro el mapa, cruzamos la línea del Ecuador y fuimos aún más alto, debajo nuestro el Océano Pacífico, la ruta del avión lo bordea y sube por las montañas. En menos de 2 horas estaremos en Colombia, me parece mentira estar acá otra vez, tantos años después (estuve en Bogotá en el 2005, pero esa fue otra vida). 

Salimos del túnel, el cielo de Medellín pleno de estrellas para nosotras.

Ahora mis amigas y yo asomamos los ojos por la ventanilla del bus que nos fue a buscar gracias a la gestión de Susy que cuida todos los detalles (la productora que se encargó de armar todo desde su Medellín natal).


En la casa nos espera Angie (encargada de las fotos) con unas arepas recién hechas, quesito y un acento costarricense divino. Quiero que me hable horas, escucharla hacer rodar la erre una y otra vez.

Al otro día vamos a desayunar todas tomando café (el clásico tinto colombiano) esperando la llegada de Dani, otra parte fundamental de Índigo, ya se va completando el equipo.


Casa índigo es la escuela de escritoras que dirigen Mari y Car. Y es, para muchas, muchísimas mujeres, un refugio.


3


Dejo pasar unos días para seguir esta escritura. Necesito darme espacio para ver. 

Me quedo ahí, en el cielo de mil luces, la casa de Susy y el olor del café de la mañana. Su perrita y el sol entrando a tocarnos los pies.


Para seguir, vuelvo a los lugares del origen porque así se abre la artesanía de nuestra historia.

La escritura nos enseña. Siempre lo hizo. Estamos cerca. Mari me habla de Violette Leduc y Car lee unos versos de Vilariño. 


En ese viaje a Uruguay, celebramos y leemos en un barcito de esquina con ladrillos a la vista La desconocida que soy, los diarios de mujeres que publicaron ellas, siendo las editoras de Índigo. Es el año 2018 y estas antologías son el inicio. La puerta abierta a la intimidad y su lugar visible, su valor, es el primer gesto para todo lo demás.


4


El retiro de escritura empieza mañana, ya nos vamos a Guarne, Antioquia.

Las orquídeas se llama este lugar que nos recibe con un sol radiante, pavos reales, gallinas, perros, estanque, flores.

Cada cabaña tiene una estatuilla de un ángel guardián. Estamos angeladas, les digo a las chicas, que se ríen y dicen claro, confiando en todo lo que viene.

Lo que está por empezar tiene el aura de las cosas buenas.


Frente a la cocina del lugar hay una pareja de cisnes. Cisnes negros, nunca vi un cisne negro y nunca tan de cerca en toda mi vida. Voy con cautela y velocidad al mismo tiempo, como vamos a las cosas que nos hacen latir fuerte el corazón. Cuando me acerco, veo primero al cisne macho, me explica Bety, la cocinera del lugar, que está cuidando los huevos, 4 huevos. El cisne se eriza, no quiero asustarlo o amenazar su cría. Del otro lado la hembra se baña en el agua de la pequeña laguna.


Hay una preferida, pavita blanca que parece una señora coqueta, Car la sigue para todos lados, se parecen, hermosas y elegantes las dos.

Mari se detiene en la variedad de todas las flores que nos rodean, ella es la que conoce el poder curativo de las plantas y nos cuenta el poder de cada una.

La escritura crece en los detalles.


Insisto, me tomé varios días para escribir porque me tardé en llegar a casa, en que termine de llegar adentro toda la experiencia.

Pero la escritura y la red enseñan de la paciencia. Somos pacientes para nosotras y lo que se revela.




5


Somos más de 25 mujeres dispuestas, todas reunidas acá en un círculo en medio del campo.

Mi amiga Manu llegó de la ciudad, nuestra amiga Ale viajó desde Quito, Angie, Isa, viven en Costa Rica, ese lugar que me parece tan alto y tan hermoso, rodeado de océanos allá arriba.

Hay mujeres que vinieron desde México, otras de Chile, Perú, Argentina.

Yo vine desde Argentina y Bruna también. Nos vemos por primera vez en este punto del mapa. Cruzamos el cielo y el océano.


Se abre el círculo: este año el retiro hace foco en las manos, en la artesanía de nuestra historia.

Con las manos escribimos, con las manos tocamos, sentimos, hacemos, cuidamos, mimamos. Manos, espejo del corazón.

Artesanía: hacer arte con las manos. Acá estamos, dispuestas a abrir las manos para dar y recibir.


Somos paisaje, afectos, deseos, lecturas. La propuesta de Car y Mari, mirar los ejes que surcan el mapa de nuestra historia. Vamos a las líneas que trazan nuestras manos adentro y afuera. En la memoria y en la posibilidad.


Abrimos las manos y dibujamos el contorno en la hoja. Cuando veo las líneas del dibujo de mi mano, veo instantáneamente las manos de mi madre (y se que no soy la única que está viendo esto), las veo ahora sobre el papel, no las veo en mis manos, es el trazo el que me muestra el parecido. Entonces llega el olor del verano en los dedos, las uvas dulces, el bronceador de aceite de zanahoria, el postre de frutillas, la crema batida, el café.


En la ronda todas compartimos las pequeñas revelaciones de mirarnos así. Manos, mapa, estrella, constelación.


Después Geraldine en su taller va a leer en voz alta a Ursula Le guin, Contar es escuchar y yo voy a escribir esta frase que escucho, una y otra vez: la palabra viva permite vivir.


La propuesta es dibujar, darle forma a otra cosa además de la palabra. Para mi es como hacer el camino inverso, me gusta, puedo tocar en el trazo del dibujo algo que aparece también misteriosamente. Me había olvidado de esta sensación. Estamos cerca del juego.

Leemos en voz alta, compartirnos, dibujamos, nos miramos a los ojos, nos reconocernos.

Lo que sigue es una especie de cadáver exquisito con dibujos. A cada una le toca una pregunta y todas dibujamos posibles diálogos o respuestas, ¿a qué huele la madrugada? dice mi papelito. Tengo en mi casa una hoja llena de montañas y tallos verdes y flores rosas, una almohada, nueves, la orilla del mar, una luna y un sol, una boca abierta. 



6


Escribir para tocar letras, labios, soplo, para acariciar con la lengua, lamer con el alma, dice Helene Cixous en La llegada a la escritura.

Hablamos de todas estas cosas, Mari y Car nos recuerdan lo más valioso: nuestra historia importa. Mi historia importa y ser honestas es un gesto de libertad con nosotras mismas como punto de partida.


Lo que estamos haciendo juntas, sin decirlo, es tomar la escritura entre las manos, tener lo que se tiene, como dice Diana Bellessi y hacerla nuestra.


La escritura es experiencia y revelación. Movimiento y quietud. Visión.



7


Hacemos el decálogo de las escritoras que somos: la escritura está en todas partes, damos el corazón, somos amables con nosotras mismas, tenemos nuestro refugio, ritual, habilitamos la incertidumbre, dejamos entrar lo que insiste, somos suaves, la escritura es nuestra experiencia.




8


Anoto: 

Atender a la belleza

Lo que escribo es con las voces de todas.

Yo también siento eso.

Animarme a ser quien soy.


9


Fuimos al origen de la escritura, escribimos nuestra raíz, la leímos en voz alta, con velas encendidas, un ritual de bienvenida.

Después nos sentamos alrededor de un fuego a sentirnos cerca, casi no hablamos esta vez. Es el momento en el que el fuego hace lo suyo. Descansamos en su poder bajo la noche.



10


Es el último día del retiro, empezamos moviendo el cuerpo y la voz en una ronda. Suena fuerte la música y todas bailamos. Leemos en voz alta fragmentos de los textos de las autoras que las Í prepararon.


Cada una elige una frase, yo elijo esta: que nuestras madres se atrevieran a algo.


Las repetimos una y otra vez en un coro, una y otra vez. Eco, resonancia, voces, sintonía, augurio, misterio. Lo que nombramos se empalma y nos hace llorar de emoción. Es cierto, nuestras voces resuenan, vibran juntas. Es posible pero más aún, necesario. Se crece en red, se vive en red, nos transformamos en red.


Llega el taller de Dani como actividad final antes del cierre. Es una mañana de sol preciosa y todas estamos felices en una ronda cortando papelitos, encontrándonos con nuestras fotos, eligiendo recortes, imágenes, palabras.

Yo nunca hice un collage y no soy la única. Entramos todas en una especie de trance de alegría. Estamos, otra vez, creando juntas.


Yo elijo formas y las palabras aparecen solas: mirada, escribir, mensaje, ideas, caballos, rías, yo quiero ser diciembre.

Dani logra con su invitación y su dulzura que todas seamos unas niñas jugando felices.

Es el poder del azar del collage. Nos enseña a respetar el proceso, aparece lo que tiene que aparecer, sorprende, llega lo inesperado, no planeamos nada, como en la escritura. 


Aprender el procedimiento de una libertad, dejarse guiar por algo mayor, sentir esa entrega con la liviandad que se merece.



11


Mi corazón se convirtió fugazmente en pájaro y se reconoció en otro pájaro y no quiero que esa sensación se me olvide, escribe Mariana Matija en uno de los libros que comparten (y que luego voy a comprarme en la ciudad).


Eso estamos haciendo, tenemos a los corazones en ese gesto de mirarse entre sí para reconocerse.


Notas de lo que escucho en el círculo de cierre del retiro: magia, comunidad, sincronía, belleza.

Estamos acá siguiendo todas un salto de fe, ese es nuestro mayor recordatorio: hacer lo que dice el corazón.

Recordarnos la fuerza de todas, la pertenencia y el poder a las manos: la forma de respeto y amor que podemos expandir.


Como cuando el corazón aletea, dice Alegría.


Mari y Car agradecen, lloran de emoción, celebran y vuelven sobre el propósito: darle valor a nuestra historia. Tu historia importa, que es algo parecido a decir, ahora me convierto en mi como dice en sus versos la poeta May Sarton.


No sé cómo se deja de escribir este texto.

Mis amigas, grandes maestras, me enseñaron a respetar el movimiento de la misma forma que se respeta la quietud. La escuela está viva, seguimos creando una genealogía de nuestra historia y un registro de nuestra experiencia.


La escuela está viva, respira, vibra, es un organismo que tiene manos, ojos, corazón, sexo, boca. 

Marina y Carla crearon un refugio para seguir el curso natural que nos muestra la naturaleza. Aprendemos el respeto y el cuidado a nosotras mismas, a lo que nos rodea. Escribimos para cuidar nuestro corazón y también para cuidar al cisne y a la luciérnaga que aparece en la noche.


Escuela viva

Formaciones presenciales

Nos encontramos en diferentes partes del mundo para vivir experiencias creativas conectando con el entorno, desde la cercanía y el aprendizaje mutuo.

Retiros de escritura, clínicas de obra, talleres, siempre de forma horizontal e itinerante.

Experiencias anteriores

Tlayacapan 2021 y Madrid 2022

La Escuela Viva es itinerante y se mueve de país en país para crear comunidades de mujeres hispanohablantes en distintos puntos del mapa. Nuestra primera experiencia fue celebrada en 2021 en Tlayacapan, México. Allí pudimos hacer un retiro en el que la naturaleza fue el foco de nuestra búsqueda. Nos acompañó como anfitriona la poeta mexicana Andrea Muriel.

Un año más tarde, a las afueras de Madrid, nos reunimos para poner el cuerpo en el centro. Las anfitrionas fueron Carolina Chavate y Francisca Mujica, quienes nos invitaron a conectar la escritura con nuestras experiencias corporales.